Monday, April 17, 2006

Mito, leyenda y lsd

Entre la derrota en la votación para aprobar la Constitución del 80 y antes del inicio de las protestas (el año 83), en nuestra generación hubo un impulso a volver sobre si, en un gesto de retorno a los claustros maternos, un suerte de decepción ciudadana. Yo en particular quise salir del trajín político por sentir que los fundamentos sobre el cual se montaba la estrategia, no había cambiado mucho desde el cercano 73 y advertir que la lucha se radicalizaba con violencia.
Coincide este momento con la amistad que forje con dos estudiantes que llegaron a la Facultad y que venían de Concepción, en una coincidencia de lo más fortuita, ellos, que eran amigos allá, se vinieron sin saber uno del otro y se encontraron en la fila del Banco para pagar la matrícula a la misma Escuela. Con uno de ellos formamos un grupo de teatro y montamos la obra “El Juicio Final”, que justamente hablaba de aspectos del alma que resultaban ajenos a la preocupación de ese momento: enteramente extravertida, y la posición presentada por esta buenísima obra –que siempre he querido volver a montar-, parecía extemporánea e incluso de mal gusto. Presentamos esta obrita del gran José de Jesús Martines, nicaragüense, un revolucionario en el más amplio sentido del término, chofer y amigo personal del Torrijo (quien recuperara frente a EEUU el canal de Panamá para los panameños) y que la presento como Tesis final para el grado de Doctorado en Filosofía; es una muestra extraordinaria de la dimensión metafísica del ser humano. Tuvimos la alegría de presentarla en distintos escenarios de Santiago, como el festival ACU.

Con el otro de estos amigos hicimos otro tipo de migas, nuestro tema era la dimensión mágica de la vida. Recuerdo ese invierno en que él y su mujer debían instalarse en Santiago, conseguir un lugar para vivir y trabajar; finalmente lograron poner un quiosco de diarios (a la par de sus estudios de veterinaria). Yo representaba para ellos un momento de serenidad y solaz, y disfrutaba el afecto sincero de su calor, en cuyas veras me toco conocer gente de los más interesante y yo diría, sorprendente, que pululaba de forma más o menos tránsfuga en sus vidas; gente especial que era atraída hacia el círculo de su fuego hogareño. De entre ellos hay un par de los que me gustaría hablar.
El primero de ellos era un personaje singular: un sujeto joven, de edad indefinible, delgado, moreno, de ojos vivaces, pelo tieso. Una de sus facetas era la de pintor, pero no era el típico pintor, sino que sus pinturas las hacía con un método especial, dejaba que su mano se deslizara con el pincel por la tela y de golpe él, iba reconociendo figuras que se formaban solas y las procedía a configurar mejor, la cosa es que aparecían figuras en un plano multidimensional que resultaban sorprendente ya que se mezclaban épocas, estilos, planos etc formando un calidoscopio de imágenes que no se sabía que querían señalar, era como si algo se poseyera de su mano, una especie de trance. Un curiosidad sin duda, a tal punto que los cuadros no tenían un arriba y un abajo. Era algo extraordinario. Otro aspecto de este sujeto era que profetizaba, tenía una teoría de lo más exótica, decía que aquello que tomaron Jesús y sus discípulos durante la última cena, no era simplemente la ostia, sino que era una droga llamada LSD, que tenía cualidades sumamente santas, capaz de conectar a un individuo con la cuarta dimensión y ponerlo en conexión inmediata con las divinidades, y contaba una experiencia que tuvo con la droga y que a partir de allí es que se convirtió en profeta que anunciaba algo así: “vendrán unos hombres desde Marruecos, unos tipos de cabello largo y de ojos brillantes, traerán unas bolsas con la droga sagrada y la echaran a los estanques del agua potable, y entonces la gente en sus casa estarán tomando té y de pronto notarán que se leen las mentes... eso dejará la espantadera, porque ya la gente ya no podrá mentir... y empezaran a sentir vergüenza, les preguntarán algo y su boca dirá una cosa y su cabeza dirá otra; saldrá los políticos a apaciguar a la población pero todo el mundo verá que están mintiendo y habrá algunos que llegaran a morir de vergüenza, especialmente ante los niños, que son inocentes, gente que nunca dice la verdad, ese será el Rechinar de Dientes de que habla la Biblia...” Esa es una muestra de las cosas como ocurrirán en esos días... Claro que él erró un poco, ya que pronóstico eso para dos años más y todavía no ha ocurrido... El me recomendó, levantarme temprano, comer poco y mantenerme activo. Todo eso me sumergió en un mundo enteramente mágico, en donde todo era posible, Nano afirmaba que bajo el estado de LSD uno podía atravesar las murallas...
El otro era Don Tomás, un viejo que según se decía, tenía 120 años, era una hombre que parecía de la mitad de esa edad con aspecto de campesino, de tes blanca, ojos claros y expresión amable. Nos contó que escribió a varios científicos para preguntarles algo así ¿es posible que un pensamiento viaje por el aire y se oiga como voz al chocar contra un arbusto?; de todos los consultados, uno solo contestó y le dijo que eso efectivamente podía ser, ya que el pensamiento era una forma de energía. Porque Don Tomás había oído una voz que venía de un arbusto y que le había dicho algo que tenía que decir al mundo, pero él no se atrevía porque sabía que en cuanto lo dijera lo matarían. Nano fue con él a caminar a la pre cordillera porque Don Tomás le quería mostrar algo y cuando andaban por allí Nano le pregunto: “oiga Don Tomás ¿es usted Moisés?” Y Don Tomás dijo que si. Tenía muchas historias que nosotros oíamos con deleite, solíamos visitarlo en su casa que estaba en medio de un tremendo patio, sería como media hectárea de terreno en la Florida, que solo tenía una pequeña quinta frutal en un lado, la casa parecía de campo, muy simple, con paredes de cemento sin pintar, tenía techo de esas fonolas, en donde puso tarritos en todas las goteras del agua y según él, se podía escuchar melodías detrás de la lluvia tocada por las gotas al caer. En su baño tenía un vidrio de esos como vitró y si uno se acercaba y miraba con el ojo pegado al vidrio, se veía al otro lado una especie de construcción antigua de un estilo monumental pero no grande, que él decía que quería hacer. Nos contó muchas historias de lo más increíbles como que una vez, él había descubierto un sistema aerodinámico tipo alas deltas y que lo había patentado y vendido a una empresa gringa y gracias a eso, es que había podido comprar el terreno donde estaba la casa. Que otra vez había hecho con un vidrio un cometa, y nos mostró como al reflejar la luz en el vidrio se proyectaba en la pared la forma del un cometa con dos colas, era sorprendente porque el apelaba a una especie de intuición de inventiva y azar, lo que los brujos llaman el intento. Alguna vez nos contó que en Chile había un río con agua que era fuente de la juventud y que él sabía donde quedaba y de hecho tenía dos garrafas con esta Agua, no lo dijo pero lo dio a entender, que él tomaba de esta. En fin, era una personaje extraordinario. Alguna vez lo volví a visitar cuando mis amigos ya no estaban en Santiago, y no pude encontrar su casa...

P.D. En la foto, el de la izquierda es el actor, luego sigue el mágico Alex, luego Paulina Aguilar, cineasta, y al final yo. Estamos en el patio de la U.