Tuesday, August 08, 2006

Rapsodia de la Creación // x g. n-c.

Y fueron primero las nebulosas, las constelaciones; la de Orión por todo lo que llegaría a significar.

Fueron luego los cúmulos, enormidad de estrellas que no era posible contar, pero allí estaban, tímidas, calladas, destellando.

Luego fueron los planetas más grandes; el antiguo Júpiter, el antiguo Saturno, las estrellas binarias, las gigantes rojas.

Luego fueron cuerpos astrales, encadenados por el mismo sentimiento; abrazados al mismo calor.

Luego fueron los asteroides, que cruzaron la galaxia sobre nuestro cielo.

Luego los anillos, que se expandieron por el espacio traspasándose unos a otros a pesar de la inconmensurable distancia.

Junto a las estrellas más lejanas.

Luego fueron los planetas pequeños, y todas las lunas, las de Marte, las de Neptuno, las de Júpiter, repartiéndose como pequeñas infantas con vestido nuevo.

Luego los soles se encendieron en toda la vastedad del cosmos, y se escuchó un solo silencio de asombro...

La luz permitió saber unos de otros. Mirar. Sabernos allí.
De lo que antes solo fuera una sorda sensación.

Luego vinieron los hoyos negros, con las fauces abiertas, predadores asolando el espacio, el tiempo, el valor, el querer, y todas las emociones que nos habían permitido localizarnos en esa colosal inmensidad...

Luego vinieron las estrellas fugaces, dejando sus estelas por todas partes como un verdadero Año Nuevo en el firmamento.

Luego vinieron todas las demás, Andrómeda, la constelación del Cisne, Alfa Centauro, Phycis, Géminis, Acuario, FdA y otras con números que fueron descubiertas más tarde.

Y al final,
solo al final las Aguas, todas las benditas Aguas preñadas de vida...

Así fue, así pasó.