Wednesday, July 12, 2006

odisea 2005

La aventura más larga
Estaba en mi despacho, era sábado por la tarde, trabajaba en el compu; el Festival ya estaba encima por lo que no había podido unirme al grupo de Buscadores que había decidido la travesía (camino a Farellones, cerro Provincia, cerro San Ramón, cajón el Manzano y cajón del Maipo). De pronto me llama Sandra “parece que tuvieron un accidente, la Mónica esta mal, rodó nieve abajo y se azotó en las rocas, no saben que tan grave es, hay que avisar a los carabineros y al Socorro Andino” Son mis amigos, es mi gente, mi grupo, es mi problema. Llamo a carabineros de Chile, a los Socorro; los llamo a ellos mismos; tenían un solo celular, se había separado, no había líder, inexperiencia, errores. Debo convencer a Carabineros que es grave, Fernando me sopla “fractura expuesta” les digo. Comienzan las negociaciones, ¿usted conoce el lugar?, si, digo, ¿puede acompañarnos? Si, digo: va a salir una unidad a las 22 hrs. ¿puede venir con nosotros?, mañana sale la unidad Aeropolicial. Calculo que la unidad de tierra no llegará, irán de noche, se hace lento y hay por lo menos una jornada y media para llegar, calculo más o menos donde deben estar; ellos están entrenados, si voy, seguro los retrasaré, y no creo que lleguen, mejor el helicóptero. “Debe estar mañana a las 7 AM”; ahí estaré. Las últimas negociaciones las hago con mis amigos desde el Bavaria del Bilbao. Miro para arriba, esta oscuro, seguro arriba hace frío. Al otro día Omar pasa por mi a las 6.30 hrs., para estar en el aeropuerto a las 7; casi no dormí; sabía que debía estar preparado para quedarme arriba, unas pocas provisiones, mi cuerpo estaba inquieto, doble pantalón, Marathon Vit. Llegamos puntual a Tobalaba, el personal de policía parece estar despierto hace rato, me examinan ¿esta listo para quedarse? “si, claro” digo. Ya vamos. Pasamos a la cancha, la nave se ve impresionante, aunque más chica de lo que creía. Subiré en helicóptero por primera vez, llevo la cámara. Me hacen poner el casco y ajustar el micrófono. Salimos. Esta amaneciendo, lentamente nos empezamos a elevar, veo la ciudad desde arriba, es de mañana, me produce una sensación rara, algo inédito, casi vértigo. Veo la cordillera, imponente, hermosa; conozco bastante bien el Ramón, 3.250 metros, he subido por todos lados, solo y acompañado, he hecho la travesía más de una vez. Pero ahora lo empiezo a desconocer, la nave entra a la cordillera entre montañas, alcanzo a ver los roquerios, la nieve, las quebradas. me pierdo, por suerte el Ramón es el más grande, saco fotos, hay más nieve de lo que creí, distinguimos gente entre los manchones, seguimos subiendo, les digo que camino al Provincia, no parecen saben cual es, les señalo la ruta, vemos otro grupo, nadie hace señas, pasamos de un lado al otro de la cornisa, empezamos a dar vueltas, y de pronto, ¡allí, nos mueven las manos!, si ¡ellos son!!. Los distingo con emoción. Hay que aterrizar ¿pero donde?, el copiloto dice 30 grado, 35 grado, 38 grado, 42 grados, chucha, ¿donde aterrizamos? dice, “parece que allí se puede, vamos”, empezamos a bajar, 42 grados, 44 grados, el argentino se aproxima queriendo decirnos algo, el paramédico lo espanta airado ¡salga, salga!. Parece que aquí no se puede, vamos más allá, chucha dice el paramédico, se volaron “la no se que y la no se cuanto” (para sujetar al herido a la camilla). Intentemos más allá, sobre un manchón de nieve al lado de ellos. Bajamos nuevamente, el viento de la hélice puede rajar las carpas, sujétenlas, veo a mis amigos, están con unos ojos enormes, se sujetan. Una mochila sale volando. Seguimos 39 grados, 42 grados, dice con voz de nave espacial; bien, bien; ahí si, paramos, hay que hacerla corta; se abre la escotilla. “Ven conmigo” me ordena el paramédico, me bajo, los dos pilotos se quedan arriba, mis amigos me ven llegar, hay emoción, raudamente baja la camilla ¿donde está?, me acerco a Alfredo y le digo gritando “hay que abortar la expedición, por el otro lado imposible bajar en estas condiciones, está lleno de nieve, hay que volver por donde vinieron” ya, me dice. Entre todos sacan a la accidentada de la carpa como pueden, la veo con heridas en el rostro y medio congelada se adivina, el paramédico me ordena “búscame la no que qué”, si, digo, la veo lejos, a unos 50 metros. Mientras estoy bajando siento que las piernas me tiemblan, parece la emoción de ver a la chica así. Agarro la "no se que", regreso agitado, ya la ha revisado, los primeros auxilio dados por Daniela, la chica de 16 años que lleva una cruz Ank al cuello; la aseguran en la camilla y el paramédico ordena “subámosla”; el helicóptero no ha parado de girar la hélice, lo que hace redoblar el peso del cuerpo; somos varios, apenas la subimos, me dice “tu te quedas y recupérame la no se cuanto” bien, digo. El helicóptero se eleva, yo me quedo. María saca las ultimas fotos, es de mañana, está saliendo el sol, los chicos están aliviados, contentos de vernos, siento en sus rostros la noche de incertidumbre, el peso de las decisiones, la culpa de los errores, procuro aliviarlos; “aquí no hay culpas, solo errores”; vamos tenemos que salir de aquí, arreglamos todo, buscan la mochila que voló, desayunamos, yo iré con la mochila de la accidentada, ocuparé sus cosas. Intentamos volver por donde venían, pero la pared de nieve se hace irremontable, la nieve esta blanda y resbalosa; yo voy primero, está peligroso, no podemos subir por ahí, debemos devolvernos y salir directo hacia abajo, por el Cajón de San Ramón, que aún no sabemos como se llama; hay que avisar a Fernando que no nos encontraremos, que ellos bajen por donde venían, y que en Santiago nos veremos. Salimos, tardamos un día entero, no sabemos a que lugar de Santiago, ojalá que no a Peñalolen, que por ahí asolan. Los Socorro nos llaman, mi teléfono está recién cargado, pueden llamar nomás, no alcanzamos a salir en un día, pasamos una noche, linda la quebrada, los chicos están pensativos, sienten que fueron imprudentes. Vamos, sigamos, nos damos unas vueltas demás, hay una hermosa cascada, debemos atravesar el estero varias veces, nos mojamos los zapatos, no encontramos ni un alma; al otro día como a las 11 de la mañana salimos a Valenzuela Llanos, en la Reina, quien lo diría, nos encontramos con un Conafo, salimos del Parque, llegamos a la ciudad; vamos contentos, caminamos por el pavimento, se siente raro, bajamos hasta el primer semáforo, tomamos el transantiago, exudamos abundante poder, la gente nos mira, nos oye reír. Vamos a plaza Italia, entramos a un gran local a reponernos; comienzan a llegar los demás. La Mónica salió en la tele, los niños están con la familia, el papá se entero por las noticias, los periodistas inflaron el accidente, se habla de 60 metros en caída libre, la Mónica no quiso hacer declaraciones, salió en tres canales, jejejej. Ella esta bien, solo un poco mareada. Si siguen no la cuentan, por detrás era lo mismo pero multiplicado por 50 o 100, ahí si que no salen. La sacamos barata. Por algo ocurren las cosas. Menos mal que todo termino bien, tuvimos suerte. Es lunes feriado, vuelvo a mi despacho.

Días después del Festival voy a dejar la “no se cuanto” al paramédico, le agradezco a Carabineros de Chile, de nada dice, para eso estamos. Me voy tranquilo.