Hoy me tocó almorzar en el Club de la República, cede central de la Masonería en Chile, en la calle Marcoleta. Debo decir que una de las cosas que me impresiono es el mural ubicado en la entrada de la sede, realizado por el arquitecto Fernando Daza, además creador del mural alusivo a Gabriela Mistral, ubicado en el frente a la Alameda del cerro Santa Lucía. Lo que más destaca en ambas obras es la composición, que revela la formación arquitectónica de Daza y que es capaz -especialmente en la del Club de la República-, de componer el tema aprovechando los planos disímiles de las paredes, para crear una obra magna y una lectura en recorrido por diferentes momentos del enigma humano; revela también que Daza no es propiamente un pintor, sino más bien un gran dibujante y compositor; formado en las veras de una época en que el mural era una expresión de culto bajo el alero señero de los Muralistas Mexicanos. Destaca la monumentalidad de la expresión, que transmiten el espíritu de cada tema.Ambos obras expresan el deseo del conocimiento del hombre en medio de un proceso cósmico de inconcebibles proporciones, como si el ser humano fuera el fruto minúsculo de un árbol gigantesco que abarca todo el cosmos; árbol que solo después de haber crecido en la noche de los tiempos durante inconmensurables eras, proceso que comenzó cuando ni aún el tiempo existía, vino a dar un pequeño fruto luminiscente, una pequeña porción de conciencia humana; y que lleva en si el sacrificio de todas esas fuerzas que se confabularon en su Creación; como si el mundo fuera el escenario en donde el cosmos en pleno asiste al parto de este ser balbuceante, contradictorio, contrahecho, capaz de crueldad sin par, y a la vez de las mayores renuncias, de toda la belleza y toda la miseria; y anhelante de eternidades, ignorante de si y sin embargo portado de la chispa del Creador, cual si este hubiese puesto en él una ínfima porción de si, hubiese quitado de si una porción de carne para poner en su creación. Ciertamente el Creador tiene una expectativa en el hombre... y a mi ver, y este raramente la cumple...
Sin duda esta orden masónica fue en alguna época una auténtica Escuela de Iniciación en los Misterios de las ciencias metafísicas; sin embargo, poco parece quedar de eso. Al menos es lo que se siente en allí; que los hermanos se han apoltronado en los grados y ahora disfrutan de sus rentas; se felicitan y condecoran mutuamente; no parece muy diferente al Club de Leones, o al Rotary.
Fue grato estar allá y saber que no me despierta interés alinearme en sus filas ni fichar en su equipo, a pesar del amable ofrecimiento de mi anfitrión.
