Creo que hay muchos conceptos dentro de nuestra administración religiosa que más daño que bien hacen a los seres humanos, atenidos a los dictámenes de un poder tan subrepticio y engalanado como el que administra nuestra fe. En este caso voy a referirme a este caprichoso concepto que se invento no se con qu
e afán (pensando lo peor podemos presumir que fue con ánimo de dominio ya que a cualquiera le interesaría una oferta así), y que dificulto que haya sido emitido por el Redentor (a quien tengo en la más alta estima); concepto que al desentrañar resulta tan descabellado como antojadizo y maléfico. Nos referimos a la idea del “perdón de los pecados”. No sabemos como es que surge, creemos que fue una mañosa interpretación del portentoso hecho de la salvación. Sabemos que el Ungido declaró: “vengo a cargar los pecado del mundo” (algo así), pues se demostró sobradamente que cargó con ellos en un acto desmedidamente heroico y generoso, y así fue como recibió su justo pago: fue crucificado, denostado, humillado, vilipendiado, negado, se le mearon encima, etc, (todo aquello que agrada a los sadomasoquistas). Pero démonos cuenta que dice que “él cargó con los pecados”, es decir estos no desaparecieron, ni fueron anulados, ni hubo cuenta nueva, sino que ellos solo cambiaron de cuenta corriente. Esto fue interpretado posteriormente por los cabrones de la institucionalidad de forma tan ladina como “si te arrepientes tus pecados, yo te perdono en nombre del señor”; la pregunta es ¿quién cargará con ellos entonces? nos parece que al san-superhéroe no le queda cuero que estirar, que todavía debe estar pagando la cuenta ya que solo han pasado dos mil años y que hoy no parece estar el horno para bollos. Sin duda vivimos en un Universo coherente, nada se puede sacar sin poner algo a cambio, todo tiene su valor equivalente, o en términos del sacrosanto libre-mercado: “todo tiene su precio”. De manera que la pregunta sigue siendo si se nos perdonan los pecados, ¿quién pagará el precio por nosotros? O más bien ¿existen las cenas gratis? Pensar que el Bienaventurado tiene el bolsillo tan ancho que cualquiera puede sacar y sacar, me parece una desvergüenza, una frescura y una carerajez; si eso ocurrió una vez, ¿en virtud de qué podría ocurrir cada vez que queramos?. Eso es enseñarnos que la Realidad no tiene ningún valor, y que puede ser anulada por cualquier ministro eclesial sin más ni más. Los teóricos de la teólogía retrucan: “eso solo aumenta la grandeza del Creador?” Pero ¿qué respuesta es esa?!!, ¿Acaso al Creador le interesa ser más grande de lo que es? ¿Estará interesado en que lo alaben, que se prosternen y que le rindan pleitesía? Esa es otra de las malas prácticas de los doctores de la ley, pensar que las plegarias pueden hacer las cosas por uno. Pensemos bien; si uno fuera el Creador ¿le gustaría que unos pelmazos le estuvieran gritando todo el día ¡que grande eres! ¡que bueno eres! ¡tu si que eres seco! ¡arriba tu! y otras pavadas por el estilo?; es decir, si fuera yo, ya los mando a cocinarse en su propio caldo a otra parte. No soporto a los quejones ni a los zalameros. Si nos podemos poner en la sesera del Tata Colores, lo que busca no son alabanzas, sino gente que se haga cargo, que se transforme en alguien mejor, y que ojala trabaje piolita, que ni levante la cabeza siquiera; y mientras menos diga mejor. Ni los pernos ni los catetes, que lo único que gastan es saliva.Sentimos herir susceptibilidades pero no parece haber otra manera de sacudirnos. Ahora, esto no quiere decir que uno no pueda redimirse, creo que eso es completamente posible, pero para ello uno debe dar algo a cambio, no es suficiente una declaración de intenciones y compunción; ni darse con una piedra en el pecho. Uno debe pagar el precio de sus errores y omisiones; o alguien debe pagarlo por uno, si es que hay alguien dispuesto a hacerlo, ya sea que nos encuentre tan lindos y simpáticos que quiera bancarse el "activo tóxico", pero con la mano en el corazón, ninguno de nosotros da con el ancho de banda; para un ciudadano común y corriente como usted y yo, con la vulgaridad que nos caracteriza, no creo que haya nadie en el mundo dispuesto a hacerlo y si pensamos con el carerrajismo acostumbrado, "que va a venir el señor y nos llevara en andas, en virtud de los buena gente que somos", nos vamos a tener que acostumbrar a la espera...
De tal manera, podemos concluir que, existe una ley de la naturaleza que puede formularse así: “el que la hace la paga”. Lo que parece bastante justo.
Creo que “La única Verdad es la Realidad”, es decir: conoce la dura y trabaja con los materiales que ella te da, porque ella es el cuerpo mismo de Superlativo. Y bienvenidos al trabajo...
