Friday, April 07, 2006

vida y pasión por la música

Ayer exhibieron la película "Birt" en el cine Municipal de Ñuñoa, en donde dan un ciclo de Cine de Jazz, con esta excelente manera de empezar. La película trata de la vida del gran Chalie Parker el enorme saxofonista negro de la época de la post guerra, cuando el jazz estaba recién encontrando nuevas sonoridades que lo trasformaran en lo que es ahora: un movimiento con cultores de todo el mundo, y quizás la contribución más importante de EE UU a la música universal Y definitivamente Chalie Parker es uno de los momento culminantes de este proceso. De hecho la película tiene la virtud de describir con solo algunos pasajes como fue que este saxofonista logra entrar en medio de la melodía sincopada y encajar escalas internas entre los tonos, de tal manera que se acoplan perfectamente dando una nueva sonoridad, muchísimo más rica y progresiva a esta música universal. La película excelentemente ambientada en los clubes nocturnos de la época, básicamente de Nueva York, trata también del ámbito de la vida familiar que trajo la fama, y de la vida íntima de este músico que quedo en la historia de la música a pesar de haber muerto de solo 34 años, producto de un paro cardíaco. Mención especial merece su adicción a la heroína, que fue la que lo arrastró a experiencias extremas de desdicha y humillación, y a momento de éxtasis que quedaron plasmados en sus grabaciones. Las que aún hoy son Escuela para los cultores del Jazz; la música que hace entrar a la cultura negra por la puerta ancha de los Estados Unidos.
Y a propósito de esta universalidad del Jazz, me toco conocer a un gran músico de Jazz, que fuera en su momento, una de las dos mayores trompetas del país, el gran Roberto Mono Acuña, primera trompeta de la tremendísima orquesta Huambali, con la que recorrió América y Europa; cuando las orquestas bailables eran la expresión de la máxima algarabía, fiesta y moda de una época. Casualmente me toco hacer amistad con los hijos de este gran músico y con quienes aprendí a conocer y apreciar el Jazz. Pasados los años puedo contar una anécdota que me relato Estrella, madre de mis amigos (y su heroína personal): “Cuando Roberto era todavía joven nos vinimos del norte a Santiago, y rápidamente tomó fama por su virtuosismo y manera de interpretar, entonces lo invitaron a tocar a una presentación muy importante con una orquesta del alto calibre, lo que acepto encantado; llegó allá, lo presentaron y paso adelante con su trompeta. Y resulta que le tenían puesta la partitura, y entonces él, con toda la vergüenza del mundo, reconoció que no sabía leer música, que lo perdonaran, y debió retirarse del podio ante el desilusionado público. Ahí se decidió a estudiar en el Conservatorio de Música en donde estuvo 6 años” ; reproduzco el relato de Estrella para graficar lo que significa para un músico su arte: dicha y sinsabores.
Recuerdo unas cuantas veces en el Club de Jazz de Santiago (en el nuevo y en el antiguo local de la calle California) y en el Kafé Ulm, cuando le vi tocar e interpretar de manera magistral a Miles Davis. Conocí a la familia, estuve en la intimidad del hogar y pude darme cuenta que los músicos son seres especiales, tremendamente generosos, capaces de entregar todo por su arte, y anhelantes de compartir su talento; hasta hoy, aún nuestro tema favorito con Robertico es la música. Agradezco al cosmos por darme la oportunidad de acercarme al mundo de los músicos, que es una especie particular; entre ellos se buscan, se reconocen, se entienden y se necesitan.