Sunday, November 09, 2008

el contrato social

Derecho a la autoeliminación de los artistas...

Debo confesar que no me había atrevido a plantearlo públicamente, debido a una rémora de tiempos pasados, cual fue, el mal habido ejercicio de la autocensura; el que me había mantenido amordazado, temeroso de ser condenado y segregado por mis contemporáneos, y me pregunto cuantas otras cosas no nos hemos atrevido a plantear inmovilizado por el mismo terror; y por el ingente impulso gregario que tenemos los antropoides superiores; la imperiosa necesidad de ser aceptado y querido por el grupo.
Me refiero a este controversial proyecto de ley sobre el derecho a morir, y que ciertamente es el primer paso para el derecho a la eutanasia.
Creo que los seres humanos tenemos el derecho a la libertad, aun siendo esta una palabra en exceso resbalosa, manida y excesivamente filuda, y se le use como espada para plantear una utopía; y ciertamente para que los poderosos económicamente se aprovechen de los carenciados, so pretexto de la obscena
ideología del libre-mercado que nos domina. Tal que los seres humanos somos libres para elegir, lo que es claramente una consideración hipócrita toda vez que el vivir con el otro restringe nuestra gama de comportamiento al Contrato Social (convenido por otros y aceptado por uno) imposible de soslayar, si uno quiere o necesita vivir en comunidad. Traemos a colación un ejemplo, para ver la sutileza de la consideración de libertad: “Es diferente dar una manzana, a que nos la quiten”. Aquí se resume todo el asunto de la libertad, ya que para un observador externo no hay mayor diferencia; en ambas se produce la misma transferencia (una manzana), sin embargo en un caso queda un registro de realización en tanto el otro deja un registro de frustración y rabia, entonces el ámbito de la libertad resulta meramente una experiencia.
No obstante podemos convenir en que la noción de la libertad, siendo en si una abstracción y utopía, alcanza este aspecto tan personal que es el derecho a elegir sobre nuestra propia vida, y específicamente en un aspecto absolutamente básico como es “si es que quiero o no vivir”. Alguna vez lo quisimos plantear como: “el derecho a la autoeliminación de los artistas”, considerando que al menos los artistas podían ganarse el derecho a pensar por si mismos (la primera conquista de la libertad, sino la única posible y curiosamente, muy poco frecuente), y por lo tanto, a elegir sobre si mismos. Si sabemos que en la práctica plantear una ley en ese sentido es irrelevante, dado que si alguien se quiere suicidar lo hace; creo que la discusión es más profunda, y se refiere justamente al Contrato Social; a que la vida de cada uno es la vida de cada uno, y nadie debería tener más derecho que uno, ni la ley, ni la autoridad, ni dios, ni las buenas costumbres, ni la opinión pública para decidir por mi, si es que “quiero o no vivir”. Lo hemos planteado en estos términos porque me parece que hay una imposición acerca de esto de parte de la cultura dominante (que incluye las instituciones religiosas) y que lo obliga a uno, en su sano juicio y en el total uso de sus facultades, a hacer cosas que uno no ha elegido, por ejemplo “seguir viviendo” (aun enfrentando las peores condiciones de indignidad). Creo que si en algún ámbito debe existir la noción de libertad es precisamente en este: “la libertad que tengo yo para decidir si quiero o no seguir con mi vida”. Más aún, si enfrento condiciones de invalidez, o cuando esto significa un sacrificio económico extremo en mis parientes, que yo en su lugar no haría.
Y es más, creo que al sistema (y a los que se benefician de él) les resultaría profundamente inconveniente que la gente decida terminar con su vida como un modo de protestar por las condiciones imperantes; y es que además significaría revisar con urgencia sus políticas públicas de trato social y trabajo.
Debería entonces ser “el derecho a la eutanasia” el paradigma desde donde comienza la práctica y la consideración de la libertad. Estoy convencido de que ello no significa pasar a llevar la libertad de otros, y que cada cual –siendo adulto- debiera poder decidirlo soberanamente.
Estoy de acuerdo con el derecho a la autoeliminación, y es más, confieso que en lo personal, quisiera tener la oportunidad de ir al encuentro de la Calavera Armada, en lugar de que ella me acorrale; me gustaría saber si un prehomínido es capaz de sobrepasar las condiciones de la Naturaleza –el instinto de sobrevivencia- y como un guerrero que anhela la libertad, enfrentar la muerte cara a cara...
Solo espero reunir el valor suficiente para ese día...