Tuesday, March 13, 2007

La Guerra del Pacífico, Capítulo dos, TOMO uno.

Siguiendo con el tema: “El Ojo Predador” y elevaciones

"He sabido de actores que antes
fueron, despiadados reyes"// A. Couve

El otro día estuvimos un grupo con Adriano, un Italiano de unos 30 años, practicante de Tensegridad que nos trajo una serie muy hermosa que se llama el Ojo del Predador. La idea que nos transmitió en su simpático Itañol, es que los seres humanos tenemos tres partes del cerebro, la parte frontal que es la más consciente y en donde se toman las decisiones más racionales; la zona parietal, que se preocupa de los procesos reflejos y las emociones (incluye la zona límbica); y atrás y adentro, la porción antigua, que se puede llamar “el cerebro de batracio”. Lo sorprendente ( y diría impactante) es que los seres humanos tenemos este cerebro antiguo plenamente activo, que se manifiesta en todo lo que son instintos bestiales, egoístas, gazmoñería, cólera, odiosidad, deseos de matar, instinto a marcar el territorio, impulso a acaparar, avidez, simulacro, etc, que son fuertemente
estimulados por la sociedad de consumo y la competencia insana. Hicimos un ejercicio de recapitulación con una situación en que uno hubiese actuado con el Ojo del Predador, y pude recordar el día en que fuimos en bicicleta hasta Alto Jahuel y llegamos a una posada a servirnos algo, y pedimos empanadas, y entonces cuando las traían me adelante a tomar la que se veía mas grande y sabrosa; fue un acto automático del que luego me di cuenta y me avergonzó, me sentí vulgar; entendiendo la vulgaridad como aquel impulso a la búsqueda de la retribución inmediata, la incapacidad de posponer el placer por el logro de satisfacciones más elevadas.
Ocurrió otro hecho de lo más interesante; cierto día estaba mi grupo de Yoga practicando en el parque y yo hacía de anfitrión y facilitador, de pronto e intempestivamente aparecen dos ciclistas -de estos más furibundos-, que por todos los signos venían de lejos ya que tenía una energía totalmente distinta a los yoguistas; entonces yo, que desde la sombra de un árbol vigilaba que todo se llevara a cabo con normalidad, los veo y noto que estaban discurriendo que hacer frente a la escena que los interrumpía, entonces sin meditación ninguna de mi parte - se los aseguro -, lenta pero presurosamente aparezco de detrás del árbol y me dejo ver, dejo que ellos me vean, y una vez que capté que me había visto, volví a sumirme en la sombra del árbol como al principio y seguí al acecho; ellos estuvieron un poco rato ahí y luego, cuidadosamente pasaron por fuera del grupo sin molestar, y al pasar por mi lado me saludaron cortésmente, saludos que por supuesto respondí. Luego que esto pasó me di cuenta que todos ese acto entre ellos, el grupo (que hizo de manada) y yo (que hice de líder de la manada); fue un acto totalmente selvático, automático e inconsciente, y en verdad, tomé conciencia de el solo después que había ocurrido. Lo que me mostró como ese cerebro está en ellos y en mi, totalmente activo...

P.D. Seguimos con “la versión no autorizada de la Guerra del Pacífico”; ya sabrán porqué se llama así...