Friday, January 01, 2010

razones supersticiosas

Al examinar la palabra “superstición” en el diccionario, la primera sorpresa que nos llevamos es que diferentes diccionarios dan definiciones disímiles, o abiertamente opuestas.
Por ejemplo el diccionario BRUGER nos dice: “creencia ajena a la fe religiosa y contraria a la razón”. Suponemos que debe cumplir ambas condiciones para serlo. El diccionario OCEANO dice: “Tendencia a dotar de carácter sobrenatural u oscuro a determinados hechos”. No aclara quien determina aquellos hechos ni qué cualidad tienen estos estos. El Diccionario GRIJALBO dice: “creencia errónea, contraria a la razón, generalmente de tipo religioso, nacida de la ignorancia o del miedo a cosas desconocidas o de carácter misterioso”. Esta definición afirma que hay creencia erróneas, suponemos que considera ciertas creencias ciertas; pero una creencia es una creencia, es diferente a una certeza. Y agrega que es generalmente de tipo religioso, contradiciendo la definición del diccionario BRUGER.
Y es notable que dicen: “contraria a la razón”, pero podemos preguntarnos: ¿son las creencias religiosas acordes con la razón? ¿Es el hecho de la Resurrección un “hecho razonable”?, nos parece que no, por el contrario, la resurrección y los milagros son lo menos razonable que existe, aunque la Teología procure crear un cuerpo de creencias coherentes entre ellas, siempre se inician con un hecho ajeno a la razón, un “hecho sobrenatural”. Y por tanto, la definición debería considerar las creencias religiosas tan supersticiosas como las estas, o al menos un tipo especial de superstición.
Por su lado, podemos consignar que frente a un determinado fenómeno la ciencia busca una explicación de sus causas; una explicación entendible y razonable; sin embargo, al pasar el tiempo descubre otra explicación más de fondo a ese hecho, o una causa de mayor ponderación, y entonces la razón anterior queda invalidada. Y esto vuelve a ocurrir con el avance de la investigación, sin estar seguros nunca si alguna vez encontraremos la explicación definitiva del hecho. Y por tanto, siempre nuestras razones son provisorias, en tránsito, nunca definitivas. Pero mientras tanto los hechos siguen ocurriendo y nuestra vida sigue aconteciendo. Con esto quiero señalar que nuestra vida en general es bastante poco razonable, y diríamos aún más, en nada razonable, puesto que las explicaciones que usamos son precarias y transitorias. Es lugar común en la psicología clásica que justificamos nuestros actos con pretextos, o racionalizaciones, sin acceder a nuestras causas inconcientes, verdadero móvil de nuestros actos.
Por tanto deberíamos decir: “todos vivimos una vida supersticiosa, ajena a la razón y basada solo en la buena fe (creer en las razones provisorias), fe que, evidentemente, puede o no, ser fe religiosa”. Y esto naturalmente incluye a los científicos, a los políticos, los médicos, a los sacerdotes y a los doctores de la lengua.