parece de lo más natural y no le despierta otro sentimiento sino contemplar un hecho desprovisto de consideraciones sentimentales, sin nada más que agregar al asunto; no le exalta ningún resentimiento contra la vida o la fatalidad del destino, al punto de declarar “ella y yo ya no teníamos temas comunes”, “de hecho ya no teníamos nada de que hablar”; acto seguido realiza las diligencias pertinentes y olvida la despedida. Al otro día va donde una mujer con quien andaba en amores y se bañan juntos. Este relato traduce en cierta forma un sentimiento parecido -si bien no por falta en la relación hijo/madre, sino más bien por conformidad en torno a esa desaparición- ya que sentí los hechos que dispusieron la partida de mi propia madre de manera enteramente natural y no me invadió sentimiento alguno de pérdida, carencia, injusticia del destino, asuntos pendientes o duelo. Hasta el punto de reconocer que el hecho mismo y las circunstancias que lo rodearon, resultaron finalmente un "hecho positivo” (a riesgo de ser inclementemente juzgado y condenado por la opinión pública).Pero hay otra coincidencia; Camus falleció a los 47 años en un accidente automovilístico que conmovió al mundo, exactamente el día en que mi madre me daba a luz. Y 47 años más tarde, ella fallecía en el mismo Hospital. Y en el momento mismo en que ella fallecía, yo (casualmente) me encontraba en los lances del amor (en su modo más arrebatador); y entonces se unen como aquel día "la vida y la muerte” (nacimiento, sexo, muerte). De hecho los franceses llaman al espasmo voluptuoso "le petit mort", es decir "la pequeña muerte".
A. Camus recibió el premio Novel a los 44 años.
