Monday, February 27, 2006

Ángel y Bestia dentro

El Ángel y la Bestia dentro de cada uno.

Conocí a Marcelo Moren Brito (“el Coronta”) de la manera más inesperada.

Cuando entre a estudiar Artes en la Universidad de Chile (1985) me toco por compañero un chico cuya familia había tenido que huir al exilio “después de once”: mi amigo Balaguer Lira, que hoy vive en Francia con su mujer (francesa) y su hijo (era además nieto de Orlando Lira, quien fuera premio Nacional de Artes en Venezuela y eximio pintor). Pues bien, su madre (para bien o para mal) era cuñada de Marcelo Moren Brito. Este personaje es uno de los más siniestros personajes del régimen y un sujeto sumamente inquietante (que a todo esto, fue quien mantuvo cautivas a la presidenta electa Michel Bachelet y a su madre en Villa Grimaldi después del golpe; y quienes se encontraron sorpresivamente con el susodicho en el ascensor del edificio que ambos compartían sin saberlo, despues de llegada la democracia; anécdota que relata la madre de la presidenta con la mayor estupefacción) Se dice que luego de la emboscada y muerte de Miguel Enriquez, “el coronta” se apropió de su metralleta Aka y la porto en su auto largo tiempo. El hecho es que cierto día, en que solíamos hacer nuestras escaladas a las montañas con Balaguer, en son de búsqueda mística (teníamos un grupo de Arte llamado “San Ramoncito pasando por la Puerta” por lo que ir al San Ramón, que queda frente a Santiago, era parte del programa); ya regresábamos y mi amigo me dice ¿quieres conocer al coronta?, ¿vamos a su casa? Y fuimos. Era un departamento normal, en el sector acomodado de la ciudad, sus dos hijos eran chicos bastante cándidos y nada hacía parecer que era el hogar de uno de los personajes más espeluznantes de la escena nacional, él mismo era amable, al igual que su señora; estaba la familia reunida, nos sentamos a la mesa y nos sirvieron té con torta. Marcelo Moren Brito se interesó cuando supo que yo era alumno de pintura y fue a traer un libro en donde salía la imagen de un retrato de Rembrant, que él poseía; trajo también una lupa, y comenzó a revisar la imagen del libro comparándolo con la que lucía en la pared, según él, era una obra original de Rembrant, y verdaderamente así parecía. Todo era muy normal excepto por su torva mirada, que nunca miraba a los ojos.

Me ha inspirado escribir este artículo el ánimo de expresar a través de hechos que trascienden la voluntad humana y que nos ponen al descubierto tan crudamente como algo puede hacerlo, y en donde el ángel y la bestia que llevamos dentro se trenzan en la más feroz de las batallas, cual es la tragedia del ser humano.
Y tomo como ejemplo a un par de los personajes más sórdidos de nuestra historia reciente, aprovechando que salen a la luz las memorias de uno de ellos, en donde da a conocer la trama íntima de sus infamias y felonías, y en donde lo sublime y lo infernal se acercan tanto hasta casi tocarse.
Y es que siempre me han parecido los culpables más interesantes que los inocentes, los culpables son sujetos que se arriesgan y se juegan una única carta en la consecución de sus objetivos y en la búsqueda de la felicidad, aunque la mayor parte de las veces (así esperamos) les falla. Los culpables son seres comprometidos con la vida y dispuesto a jugarse el todo o nada. Esa es la fascinación que ejerce el sindicado como culpable. Y cuya psicología nos debiera dar luces acerca del enfrentamiento con la inmensidad en un universo eminentemente predatorial. Herman Hess, pone en la novela Demian, a Caín como un culpable fragoroso, incorformista irrefragable, digno de la mayor conquista, un rebelde más alla de si mismo; en tanto a Abel, como un anodino irredento.

Tomo a otro de los insólitos personajes que atravesó la historia del terrorismo de nuestro país y que aún hoy patalea sus desvaríos, el siniestro Osvaldo (Guatón) Romo. Es sabido que este personaje fue dirigente poblacional en la época de Allende y sindicalista furibundo del movimiento obrero/campesino, además de agitador social. Y que “después de once” volvió a la población (Peñalolen) vestido de uniforme, por lo que se tiene buenas sospechas de que era un infiltrado castrense en el gobierno de la UP. Estos personajes tiene una visión diferente de la política de ajuste y suelen desarrollar cierto afecto por los del gremio, más allá de los bandos en pugna, ya que su ley es la sobrevivencia por sobre la ideología, y es lo que expresa a propósito de la muerte de dos miristas muertos por la banda de la DINA al año siguiente del golpe; trascribimos (del diario la nación del día 20 de febrero del 2006 página 22) “ En sus memorias; Romo relata un hecho macabro ocurrido el 3 de diciembre de 1974 en el centro clandestino villa Grimaldi...” de como una pareja (se trata de Alejandro de la Barra Villarroel, a quien dice haber conocido en 1965, y su esposa Ana María Puga Rojas) fue emboscada y acribillada cuando se dirigían a buscar a su hijito al parvulario, luego llevados al cuartel de Villa Grimaldi y allí, los cadáveres fueron pateados sádicamente por el mayor Marcelo Moren Brito hasta desfigurarlos; dice: ”me quede paralizado, vi al Nano en el suelo botado como un perro, masacrado y baleado. Pensé en la familia del Nano, en su padre y en su madre, la señora de la calle Salvador, que era una casa muy acogedora. También pensé en el Leonardo (hermano de Nano)”. En el epílogo de este dramático episodio, Romo alcanzando ribetes de alto contenido poético, cuando dice, “deben estar juntos en la otra vida. El Nano en honor a la verdad, debe estar mirando la luna, debe mirar a la Anita Maria, pensando que está dormida, linda como una diosa”... //
gzlo.

1 comment:

  1. Grande Guaton Romo.

    El Jack Bauer chileno.

    Algun día la historia le hará el homenaje que merece por combatir el terrorismo.

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