Saturday, August 20, 2005

Cartuchismo chileno o “¡ha muerto el Papa!”

Cartuchismo chileno o “¡ha muerto el Papa!”

Hace unas semana atrás Urbi et Orbi estuvo conmocionado por la muerte del Pontífice, como buscando extraer el significado de este espasmo trascendental -en una época que podemos catalogar como prereligiosa-; de un relato que ya tienen dos mil años de continuidad y que ha atravesado la historia moderna de occidente. Hay detractores y seguidores en toda la gama, desde moderados hasta histéricos “cabeza de cañón”, de uno y otro signo. Los que critican se refieren al refreno que puso su santidad a la liberalización de las costumbres y considerándos de la vida ciudadana actual; celibato de la curia, coto al sacerdocio femenino, al matrimonio homosex, a la píldo
ra DDD, al aborto terapéutico etc. Y especialmente hacia los movimientos de emancipación social, normalmente ultrajados de marxismo delirante, o del relativismo resbaloso de sociólogo “redondo” (exactamente opuesto a científico “cuadrado”). Y a propósito de la muerte de Rainiero -otro icono del agotador siglo XX-, ponen como contraejemplo de ese conservadurismo, la anulación del matrimonio religioso de la Princesa de Mónaco y el play boy Philiph Junott en tiempo record, bajo presunción de la buena recaudación del Vaticano por proferir esta especie de Bula Papal absolutoria hacia la princesita carretera.
En tanto los seguidores de la obra papal destacan el valor del prelado al reconocer los errores y felonías de su institución a lo largo de la historia, la expansión de la fe contra la secularización pagana (al continente africano por ejemplo), y el notable trabajo de terreno. Lo cierto es que el Sumo se hizo notar; nadie duda de su vocación social y su trabajo por los valores cristianos, sean estos de nuestra devoción o no; a guisa de ejemplo; a mi en lo personal me fastidia esa especie de “valgocallampismo crónico” que promueve la Iglesia en sus fieles, del tipo: “por mi gravísima culpa, méame, escúpeme, pásame por encima que valgo callampa: soy y seré un pecador consuetudinario”. O la indignante contumacia con que la Iglesia promueve la natalidad sin freno entre los que llama “los más desposeídos”; mansedumbre resignatoria al servicio del poder económico, que siempre necesitará mano de obra barata. El presupuesto entonces de: “hechos a imagen y semejanza de Tata Colores” no se ve por ningún lado.
Pero la pregunta es: en un mundo de cambio vertiginoso en que la escala de valores de una sociedad esta francamente en crisis (que damos por hecho, y que requeriría de otra sesión de ajuste; de allí la categoría de prereligiosa, que asemeja a las todas épocas justo antes que nacieran las grandes religiones) ¿se requiere un líder progresista o líder conservador, que pueda guiar y hasta cierto punto refrenar el ímpetu de cambio?.
Lo vamos a poner de otra forma: existe un cierto complejo en Chile y especialmente en los medio de comunicación por emular al pueblo argentino, “que ellos son más liberales, que tienen costumbres más desenfadadas, que son más desinhibidos, abiertos o desatados”, que esto y lo otro, como queriendo decir que nosotros no debíamos ser como somos sino ser como ellos, ¿querrá decir que nos anexemos a Argentina y dejemos de existir como chilenos, con nuestras costumbres, nuestra idiosincrasia, nuestro pudor, nuestro cartuchismo? Yo creo que si a alguien le gusta tanto ser como los argentinos ¿porqué no se va para Argentina? ¿Cuál es el afán de convertirnos en ellos? ¿por qué no los dejamos ser como son y nosotros somos como somos? Parece un juego de palabras pero no es tal; el pueblo Argentino (a quien estimo y al revés de la mayoría de los chilenos los encuentro simpáticos y bien dispuestos; me encanta Baires; de vez en cuando me arranco a Capital Federal a ver a River y siempre he tenido cariño por sus músico, desde que me toco ver en vivo a Los Gatos Argentinos, el año 70, abriendo el Festival de Viña) es distintos a nosotros. Yo pienso que este cartuchismo chileno es de lo más distintivo de nuestro pueblo, esta especie de timidez, este pudor ancestral, no lo encuentro nada malo; todo lo contrario, me parece bueno y me gusta. No encuentro bien seguir el ejemplo Argentino, país en que todos se arrancan con los tarros, hay sedición a mansalva y corrupción instituida en una sociedad en franca decadencia, que marcha hacia la degeneración -si no se corrige-, y cuyo efecto espectacular fue el último colapso económico del país. No queremos ser así ni seguir su ejemplo; el chileno es un pueblo callado y trabajador, que gusta de pequeñas satisfacciones, de la tranquilidad y de la familia, sobrio, discreto y frugal. Y si alguien quiere carnaval, puede ir a Argentina o a Brasil, que ahí tiene demás.
Los vecinos a la costa Atlántica pertenecen al carácter mediterráneo, extrovertido, exuberante, dados a los placeres sensuales, variopintos, dionisiacos, floreritos. Los de la costa pacífico corresponden al clima frío, llevados al interior, hacia los grandes espacios del alma, dados a la elaboraciones abstractas, del pensamiento, de la intimidad del hogar, propio de los pueblos nórdicos, apolíneos.
(Aforismo chileno: “Los argentinos son los mejores del mundo, en cambio los chilenos, solo somos mejores que ellos”).

Así también rescato (volviendo al tema) la obra del Papa, y claro que me habría gustado una admonición más severa para el Gran Fanfarrón, del tipo “ ¡Hey Buche!, ¡saca tus “soldaditos de plomo” de Irak, si ya sabemos que te gusta jugar al Sheriff, vete a tu casa, maturrango!” de parte del Sumo, en vez de el consabida cantinela “Oremos por la paz”, tibia y “nunca quedas mal con nadie”.
Pero es lo que hay.

Con la elección de nuevo Papa Fundamentalista, vamos a tener más de lo mismo, solo que un poco menos.

“¡Ha muerto el Papa!, ¡viva el Papa!”.

g.n-c. Senderista

P.D. Se aceptan impugnaciones y preguntas, si guardan la debida compostura.

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