Hace unas semana atrás Urbi et Orbi estuvo conmocionado por la muerte del Pontífice, como buscando extraer el significado de este espasmo trascendental -en una época que podemos catalogar como prereligiosa-; de un relato que ya tienen dos mil años de continuidad y que ha atravesado la historia moderna de occidente. Hay detractores y seguidores en toda la gama, desde moderados hasta histéricos “cabeza de cañón”, de uno y otro signo. Los que critican se refieren al refreno que puso su santidad a la liberalización de las costumbres y considerándos de la vida ciudadana actual; celibato de la curia, coto al sacerdocio femenino, al matrimonio homosex, a la píldo

En tanto los seguidores de la obra papal destacan el valor del prelado al reconocer los errores y felonías de su institución a lo largo de la historia, la expansión de la fe contra la secularización pagana (al continente africano por ejemplo), y el notable trabajo de terreno. Lo cierto es que el Sumo se hizo notar; nadie duda de su vocación social y su trabajo por los valores cristianos, sean estos de nuestra devoción o no; a guisa de ejemplo; a mi en lo personal me fastidia esa especie de “valgocallampismo crónico” que promueve la Iglesia en sus fieles, del tipo: “por mi gravísima culpa, méame, escúpeme, pásame por encima que valgo callampa: soy y seré un pecador consuetudinario”. O la indignante contumacia con que la Iglesia promueve la natalidad sin freno entre los que llama “los más desposeídos”; mansedumbre resignatoria al servicio del poder económico, que siempre necesitará mano de obra barata. El presupuesto entonces de: “hechos a imagen y semejanza de Tata Colores” no se ve por ningún lado.
Pero la pregunta es: en un mundo de cambio vertiginoso en que la escala de valores de una sociedad esta francamente en crisis (que damos por hecho, y que requeriría de otra sesión de ajuste; de allí la categoría de prereligiosa, que asemeja a las todas épocas justo antes que nacieran las grandes religiones) ¿se requiere un líder progresista o líder conservador, que pueda guiar y hasta cierto punto refrenar el ímpetu de cambio?.
Lo vamos a poner de otra forma: existe un cierto complejo en Chile y especialmente en los medio de comunicación por emular al pueblo argentino, “que ellos son más liberales, que tienen costumbres más desenfadadas, que son más desinhibidos, abiertos o desatados”, que esto y lo otro, como queriendo decir que nosotros no debíamos ser como somos sino ser como ellos, ¿querrá decir que nos anexemos a Argentina y dejemos de existir como chilenos, con nuestras costumbres, nuestra idiosincrasia, nuestro pudor, nuestro cartuchismo? Yo creo que si a alguien le gusta tanto ser como los argentinos ¿porqué no se va para Argentina? ¿Cuál es el afán de convertirnos en ellos? ¿por qué no los dejamos ser como son y nosotros somos como somos? Parece un juego de palabras pero no es tal; el pueblo Argentino (a quien estimo y al revés de la mayoría de los chilenos los encuentro simpáticos y bien dispuestos; me encanta Baires; de vez en cuando me arranco a Capital Federal a ver a River y siempre he tenido cariño por sus músico, desde que me toco ver en vivo a Los Gatos Argentinos, el año 70, abriendo el Festival de Viña) es distintos a nosotros. Yo pienso que este cartuchismo chileno es de lo más distintivo de nuestro pueblo, esta especie de timidez, este pudor ancestral, no lo encuentro nada malo; todo lo contrario, me parece bueno y me gusta. No encuentro bien seguir el ejemplo Argentino, país en que todos se arrancan con los tarros, hay sedición a mansalva y corrupción instituida en una sociedad en franca decadencia, que marcha hacia la degeneración -si no se corrige-, y cuyo efecto espectacular fue el último colapso económico del país. No queremos ser así ni seguir su ejemplo; el chileno es un pueblo callado y trabajador, que gusta de pequeñas satisfacciones, de la tranquilidad y de la familia, sobrio, discreto y frugal. Y si alguien quiere carnaval, puede ir a Argentina o a Brasil, que ahí tiene demás.
Los vecinos a la costa Atlántica pertenecen al carácter mediterráneo, extrovertido, exuberante, dados a los placeres sensuales, variopintos, dionisiacos, floreritos. Los de la costa pacífico corresponden al clima frío, llevados al interior, hacia los grandes espacios del alma, dados a la elaboraciones abstractas, del pensamiento, de la intimidad del hogar, propio de los pueblos nórdicos, apolíneos.
(Aforismo chileno: “Los argentinos son los mejores del mundo, en cambio los chilenos, solo somos mejores que ellos”).
Así también rescato (volviendo al tema) la obra del Papa, y claro que me habría gustado una admonición más severa para el Gran Fanfarrón, del tipo “ ¡Hey Buche!, ¡saca tus “soldaditos de plomo” de Irak, si ya sabemos que te gusta jugar al Sheriff, vete a tu casa, maturrango!” de parte del Sumo, en vez de el consabida cantinela “Oremos por la paz”, tibia y “nunca quedas mal con nadie”.
Pero es lo que hay.
Con la elección de nuevo Papa Fundamentalista, vamos a tener más de lo mismo, solo que un poco menos.
“¡Ha muerto el Papa!, ¡viva el Papa!”.
g.n-c. Senderista
P.D. Se aceptan impugnaciones y preguntas, si guardan la debida compostura.
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