Saturday, August 20, 2005

El Funeral más Grande la la Historia

El Funeral más Grande de la Historia o el Arco de Triunfo de Chile

Ayer, mientras viajaba en micro, subió un señor a ofrecer unos fascículos de Mapudugun, idioma de los mapuches; apenas empezó a hablar note los hermosos rasgos de su raza, un hombre bien plantado, no muy alto, moreno, huesos anchos y bien proporcionados, rasgos fuertes, que expresaban en su hablar y en sus modos los nobles rasgos de su etnia. Busque en los fascículos la palabra “guerrero”. El idioma de los mapuches tiene una musicalidad y viveza extraordinaria, es uno de los más hermosos idiomas que he escuchado jamás, por la forma de construcción y sonoridad, pareciera ser el lenguaje de la naturaleza misma.

Por la noche asistí a un Concierto de Poesía Mapuche en el centro Cultural Alameda, en donde mi amigo-artista Ricardo Castro, junto a Jordi Joret, personaje de la farándula cultural santiaguina y Lorenzo Aillapan, quién ha difundido esta cultura por el mundo, presentaron un trabajo de poesía, canto y sonoridades Mapuches. El encuentro fue notable, me hizo sentir el llamado de la tierra, las raíces que se mueven subterráneas dentro de uno, al punto de pararme los pelos. Había también unas hermosas mujeres mapuches, elegantes, distinguidas, ponderadas, inteligentes, despiertas, que es un placer hablar con ellas. De todos mis amigos -que son una buena cantidad-, los únicos dos que reconocen estar completamente enamorados de sus esposas, están casados con mujeres mapuches.
De niño pase con mi familia unos años en el Sur de Chile, ahí conocí las peculiaridades de esta etnia; tuve profesores mapuches, amigos mapuches, nana mapuche y puedo decir sin ambages que son en todo personas extraordinarias, leales, buenos amigos, honrados y correctos. Me llamaba la atención en ese entonces que a los niños mapuches les costara tanto aprender a leer, pensaba yo que era porque estaba mal alimentados; luego supe, estudiando su cultura, que en verdad ellos no tienen escritura y que ni sus padres ni abuelos sabían leer, (estamos hablando de mediados de la década del 60). De ninguna manera es todo lo que se les suele decir de ellos: que son levantiscos y faltos de respeto, flojos y borrachos; eso queda para los huincas no para ellos. He aquí otro ejemplo: los carabineros los acusaban de su falta de respeto hacia la autoridad porque los tuteaban, pero no advertían que eran ellos los que tuteaban a los mapuches y por tanto esa era la única manera de tratar que ellos conocían; este tipo de distorsión las podemos multiplicar por miles y tendremos una buena aproximación del problema intercultural.
Se ve hoy un renacer de la Cultura Mapuche, una reivindicación del pueblo, un rescate de sus costumbres, de su idioma, el orgullo de su raza y de su relación con el Cosmos, que rebasa todo lo imaginable.
Sin embargo para nosotros lo más interesante no es tanto el aspecto cultural -que si lo es- sino es el aspecto oculto de ese conocimiento, aquello que permitía a un hombre común transformarse en un ser inexorable, un hombre o mujer en contacto con su propio espíritu.

Por el valle del Mapocho, en la antigüedad caminaron prodigiosos guerreros que libraron formidables batallas, algunas de las cuales fueron recogidas por los cronistas, sin embargo la mayoría de ellas solo quedaron en la memoria del paisaje, en las rocas, en el río, en las montañas. Una de estas batallas era un desafío que estos hombres de conocimiento se ponían y que apelaba a todos sus recursos y ferocidad. Ellos se proponían tenazmente llegar a amar algo para siempre, para toda la eternidad; pero, sin pedir nada a cambio, sin esperar ninguna retribución, ninguna recompensa, solo por el hecho de hacerlo. Este logro máximo de guerrero era un Poder que ellos adquirían y que venía a asistirlos en la batalla final, cuando el enfrentamiento con la muerte era inminente; entonces este logro magnífico les tendía un puente a través de la muerte, que les permitía cruzar a la eternidad. Aún se puede sentir en este valle el paso de estos guerrero que libraron esas estupendas batallas de poder.

Después de la Guerra del Pacífico, se reunieron los sabios mapuches, ancianos guerreros, para analizar la situación, y llegaron a concluir que las almas de los guerreros mapuches que habían combatido contra los conquistadores, había transmigrado al pueblo chileno gracias a lo cual Chile había ganado la guerra contra los confederados. Que el destino de su pueblo, después de la mal llamada “pacificación”, continuaba en el pueblo chileno. No sabemos como llegaron a esa conclusión, pero es de los más interesante para nosotros.
Por otra parte, hoy se han realizado las exequias del Superpapa, y se dice el Funeral más Grande la Historia, es también algo significativo, ¿será que termina la época de la Bota; del Imperio Romano que lego su poder a la fe Católica, la que rigió la vida espiritual de Occidente por dos mil años, y comienza la era de la Espada?. Podemos imaginar la diferencia. ¿Acaso no queda tiempo para corregir, ahora viene el tiempo de podar?. Italia es una bota, Chile es una espada. ¿Nos toca a nosotros ser los konas, guerreros que deben prepararse para presentar batalla, tal como esos valientes que enfrentaron a un enemigo desconocido?.
Entre esos conquistadores, que son también parte de nuestros ancestros, vino un hombre de conocimiento, que aunque lucho contra los originales, supo admirar y querer este pueblo guerrero; ese hombre cantó en su obra máxima La Araucana: “Chile, fértil provincia y SEÑALADA” ¿qué querría decir con estas palabras?.
En el diccionario que adquirí en el autobús salía una acepción de la palabra Chile que jamás había oído; dice “Chile: lugar de sorpresas”; ¿cuál será la sorpresa que nos aguarda esta tierra? Los chilenos y los mapuches somos una sola raza, “alta, gallarda y belicosa”, “a dominio extranjero jamás sometida”. ¿Podremos llegar amar así, como esos guerreros extraordinarios?

Chile tiene su Arco de Triunfo natural, la famosa y enigmática Portada de Antofagasta, que simboliza la conquista de sí mismo.

// x g.n-c. Senderista

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